viernes, 5 de julio de 2013

Flor Sin Carne Ni Sangre. El Segundo Paso: Enfermiza Necesidad

    Enfermiza Necesidad


    Cuando todo parecía perdido, en medio de la Avenida Principal Del Mar, Enrique y su acompañante, perciben desde lo lejos, un ruido ácido y estruendoso. Parecía una buena señal...

    Enrique indicó el camino con un par de gemidos escalofriantes y nefastos, escupiendo lo que parecía un número abismal de larvas carroñeras. Se dirigieron, entonces, tras Enrique, la criatura presa, seguida por muchas otras pobres y desafortunadas criaturas necrófagas, débiles y entorpecidas a causa de su enfermiza necesidad de masticar carne humana. Por cada paso de Enrique, se unía otra criatura a bailar la danza de la insoportable parsimonia.

    A ras del camino, los cuerpos siniestros sin vida rozaban el barro con sus uñas rancias y sus vísceras salidas de sus huesos, llenos de mosquitos y gusanos, a través de su carne putrefacta, sobre la cual relucía en todo su esplendor, la espesa y dura sangre coagulada en sus dientes angustiosamente desgastados y otros desgarrados, en todos y cada uno de los aterradores cadáveres caminantes...

    Calor, calor, y más calor, olían, carne caliente y viva, lo que hacía que su furor ardiera, obedientes a su temible instinto, peligrosamente alterado...

    Al cruzar la quinta esquina hacia algún lugar negruzco, la tropa de alimañas de la locura, comandada por el ser más vil, vengativo y furioso de la imaginación, abominable y sin razón, divisa sin flaquear la tentativa ubicación de otras apetitosas cabezas jugosas y suculentas. 

    Parecían muchas, y parecían estar llenas de vida, con ganas de ser utilizadas para su perverso carnaval de banquetes de sesos frescos y recién salidos del cráneo humano; bañados por una deliciosa salsa plasmática, fluyendo constantemente, cada vez más rápido, por cada centímetro que la muerte ambulante se acercaba a ellos.

    Nada lo detendría esta vez. Enrique estaba predispuesto a rasgar, a morder, a romper, todo rastro y minúsculo detalle de cada ser vivo o muerto que le impidiera concretar su maligna necesidad infernal.

    Detrás de unas cosas indivisibles en el suelo, que marcaban el límite entre Enrique y su almuerzo, se encontraba en posición de defensa, la gente mortal que deseaba caer en la carnal carnicería caníbal de la horda de cadáveres hambrientos.

    Entonces, una inevitable esquizofrenia atacó a todo ser no-muerto del lugar, llevándose a éstos al límite incierto de la locura y la parafilia.

    Por lo que sus cuerpos acabados, tomaron una increíble capacidad de movilidad, pero que estaba basada en apenas, unos saltos minúsculamente enérgicos, aunque grotescamente horrorosos.

    Frente a éstos, los seres mortales gritaban e intentaban resistirse.

    "No intenten escapar, sólo lograrán que su frustración sea teñida con su sangre y formarán el peor ardor del que los humanos jamás nunca lograron testificar...". "Corran, corran, sólo bastará con mirarlos a los ojos para poder devorarlos por completo...". "Así es..." . Expresaba Enrique, sin poder pronunciar en su inexistente conciencia. Todas estas palabras las comunicaba tan sólo con sus inquietantes deseos ineludiblemente notables, sobre todo para los mortales, que con temor y rechazo lo observaban. Él sólo sentía rencor por todas éstas vivas criaturas deplorables.

    Avanzó, con certeza, sin dudar un segundo, hacia esos cuerpos con calor tentativo que tanto anhelaba saborear; mientras que, en medio de la masacre caníbal, la gigantesca muchedumbre de no-muertos comía carne fresca, pero caía sin más, hacia el asfalto al final.

    Más tarde, apestado, sin darse cuenta y tirado en el suelo con un orificio en su vientre, del que emanaban gusanos y un par de seres artrópodos muy extraños, en medio de sus compañeros caídos en las garras de la tierra, Enrique se arrastró con su mano derecha sin vida, lejos del lugar que lo imposibilitaba para saciar su sed. Huyó. Hacia una presa más fácil acudió...


sábado, 18 de mayo de 2013

Flor Sin Carne Ni Sangre. EL Primer Paso: Ascensión

  Ascensión


    Navegando por ESAS aguas, arrastrándose a través de ESE fuego, levitando en ESE cielo, rasgando con sus uñas ESE suelo. Retorciéndose por sus frías y casi congeladas entrañas entumecidas, por aquel barro desfallecido que caía hacia el interior de las llamas abundantes de un magma levitoso y gigantesco, con aire de ira y jadeo mal intencionado, que éste despedía con desprecio y deshonra.
 
   Comenzó a correr, a correr, y a correr. Corría y corría, mas sus pasos no eran más que decepción, arrastres torpes, lentos y mezquinos, desesperándose, agitándose, perdiendo la cabeza.

    Era su propia identidad, la que debía alcanzar.

    Arrancaba de su creación y origen descabellado, nacido desde el dolor de un hacha, abandonado por siglos y siglos en una tumba solitaria y desierta, emergido ahora de esa desintegración sistemática y veloz, activa y viral, ascendido desde lo más profundo de la tierra...

    Siguió su camino, a su inalcanzable destino sin alivio. Su gran pozo de ira, era su razón. Beber y probar esas aguas contaminadas que no saciarían ni el más bajo de sus instintos. Y probar una carne que olía por todas partes, tratando de encontrar aquella fuente de origen.

    Emitiendo un hedor impactantemente intenso y llamativo, caminaba , más allá, alguna criatura desafortunada y desamparada de la naturaleza, quien le pedía a él, con fuerzas y gritos impredecibles  que le pusiera los dientes sobre la cabeza y las venas.

    Imaginándose en tal situación, él obedeció a la pobre criatura, con euforia e impaciencia. Ya en su mente, este hecho, bizarro y natural, había sido transformado en un bocado íntimamente exquisito. Una inexplicable ansiedad se apoderó de él, sintiéndose ahora, únicamente, esclavo de su propia hambre y sed.

    Acercándose hacia aquella fuente de comida, deliciosa, sin parpadear ni dudar un segundo, puso sus hermosos dientes sucios, como la abeja a su flor, sobre aquel polen exquisito, pintado de rojo y rellenado con pellejo hecho de carne, de un sabor dulce, dulce como aquel pastel que no probó más que hace siglos, en aquella boda fatal.

    Se llamaba Enrique y se casaría con una mujer llamada Enriqueta, la que estaba embarazada.

    Enrique y Enriqueta, la pareja incompleta, nada los satisfacía, nada se les ofrecía. NUNCA. Los más egoístas del barrio, la gran mansión de oro a su servicio, Señores. Mucamas, y un mayor Domo que no podía gozar ni de obtener un pedazo de memoria por parte de Los Patrones Mayores. Los Patriarcas de la localidad Del Mar.

    Con esa memoria en su nuca, que se desvanecía como una piedra arrojada dulcemente al mar, vacía, como la habitación principal de su propia antigua mansión, quebrantada por el presente y el futuro que no recordaría más. Ese segundo desgajó de su garganta, sangre y sustancias espantosamente esplendorosas y podridas, mezcladas con barro y pus. Escupió violentamente su memoria por su pútrida boca llena de escombros. Su memoria escupió, en forma de sangre y líquidos viscosos, iluminados por la maravillosa y brillante luz del sol, que quemaba más, aquel cemento de una desconocida calle, como un huracán en llamas, fugaz e inverosímil. Este elemento, transformó el simple escenario, en el verdadero infierno sobre la tierra.

    La adicción reinó su cuerpo, y su mente se transformó en un encéfalo putrefacto hecho de un demente deseo destructivo e infame. Sin testigos, sin importarle la vida en lo absoluto, sólo siguió, sólo a la deriva, sin vacilar, hasta el fondo de aquel callejón sin salida.

    Golpeó su cráneo, una y otra vez, contra ESA construcción enrejada, un departamento hecho de metal muy oxidado, pero aparentemente activo.

    De pronto, arribó detrás de los torcidos pies de Enrique, una criatura poseída y horrorosamente deformada, sin brazo derecho ni cordura: era su bocado, su antigua presa, que ahora despertaba hambrienta. Tras alimentarse, esta criatura se alimenta. Causa y consecuencia. Para el Señor De Enriqueta, permanecer allí ya no era de su conveniencia, pues, la criatura, arrastrándose por los suelos, con sus cortantes gemidos, le guiaría hacia un lugar más abundante y rico en proteínas.

viernes, 17 de mayo de 2013

Flor Sin Carne Ni Sangre. Introducción

Introducción

    La imaginación es su única salvación. Que no puede plasmar, que no puede explicar. Que se deformaría con tan sólo un intento.

    Trata de explicar con hechos en este escrito lo sucedido en aquel lugar, pero no consigue hacerlo con satisfacción. Nunca está listo. El Ensayo nunca tiene un límite, ni una conclusión, ni perfección. No existe la forma para esta situación.

    La sofocación le dificultaba aún más el trabajo. Sabía que el tiempo corría y corría  y que su vida era sólo, un vano reloj de arena, pero no con arena, si no que, con una gota de sangre. Una gota de sangre esparciéndose por el camino, expandiéndose hacia lo más horrendo, antes visto en sus pesadillas más profundas.